martes, 28 de mayo de 2013

Servicios con amor.

Me encontraba sentado en un banco de una plaza cercana, esperaba a un amigo. A cincuenta metros, se hallaba una parada de transportes colectivos, era mediodía y el movimiento era incesante. Veo pasar frente a mí, a una mujer vestida con equipo de gimnasia, empuja un sillón de ruedas llevando a un niño de unos diez años. El niño me sonríe al pasar, le respondo con un gesto afectivo. Se dirigen a la parada, cuando ve aproximar al que espera, le hace una seña para que se detenga. El chófer detiene el ómnibus, abre la puerta trasera, baja una rampa, toma el sillón de ruedas por adelante, ayudando a subirlo. Una vez arriba la mujer y el niño, cierra las puertas y continúa su recorrido. Observar todo el movimiento me hizo feliz, la solidaridad, las buenas acciones, siempre nos alientan para pensar que un mundo mejor es posible.  

Hay muchos y muchas buenas samaritanas, que ayudan a los más frágiles…