Lucas llevaba 20 días viviendo en la casa de su compatriota
Mario, quién le había brindado
hospitalidad. Él había llegado a Buenos Aires
ante la propuesta de Mario, de que tendría un puesto como médico en el mismo sanatorio en que él estaba
como residente. Por un aviso en Internet, Lucas vio un apartamento en alquiler
que ofrecía un dueño. Se contactó con Matías el propietario, visitó la vivienda
y quedó encantado con ella, allí le contó que era para él y su novia Ana que
llegaría en cuanto le avisara que ya tenía el apartamento. Así, hicieron un contrato de locación en el que
Mario salió como garante solidario de Lucas.
A los dos días se mudó con las pocas cosas que tenía,
pasaron dos días más y llegó al aeropuerto de Ezeiza su novia Ana. Al
encontrarse se dieron el beso más largo de sus vidas, es que un mes había sido demasiado tiempo... Lucas
había pedido permiso en su trabajo y permanecieron encerrados dos días sin
salir del apartamento, amándose a pleno, solo permitían que el sol entrara por la
ventana durante el día. La música con canciones melódicas se escuchaba desde el
exterior. Los siguientes dos meses mientras tramitaban sus documentos, la joven
pareja aprovechaba su tiempo libre para
recorrer los lugares más bonitos de la ciudad. Pasado unos meses recibían
amigos y parejas amigas, en general compañeros de trabajo de Lucas. Así
alternaban con Marisol y Pedro, Karina y José Luis, Mario y Lucía, Esteban y
Sara. A los cinco meses de estar radicados, Ana
consiguió un empleo, ella era psicóloga recibida en su país de Centro América.
Una tarde de abril, le tocan el timbre de calle de Matías, era Lucas, quién viniendo del
sanatorio le contó que había extraviado su llave y no podía entrar. Don Matías
tenia copias de llave de su apartamento, le fue a hacer un juego nuevo y así se
resolvió el tema. Pasaron dos meses más y Ana al regresar de su trabajo llamó a
la puerta de Matías, se hallaba desconsolada. Mire Don Matías, estoy llegando y
encontré la puerta de mi apartamento arrimada, sin llave, me asusté, luego
entré y vi que me faltaron cosas. Veamos Ana – afirmó Matias, acompañándola hasta su apartamento. Allí, ella
verificó que le faltaban dos Noteboock, el dinero que tenían y una campera de
cuero muy cara de Lucas. Matías llamó de inmediato al cerrajero, para cambiar
la combinación de la cerradura. Niña, si entro y salió sin forzar nada, tenía
llave, por eso cambiamos la combinación. Alguien utilizó la llave que perdió
Lucas hace tiempo, para mí, el ladrón está en su círculo de amigos, además el
perro que tienen no había hecho nada, aunque era grande pero cachorro. Quedó
todo nadando en un mundo de
posibilidades, Matías les prestó dinero, hasta que les llegara un giro de su
familia. Así pasaron otros cinco meses más, estaba quedando como un mal
recuerdo. A Matías le molestó la situación porque el que tenía copia de la
llave era él, y parecía el único sospechoso.
Un día viene a verlo Lucas y le
dice. ¡Sabe que apareció mi Noteboock! ¡No
me digas! Si, resulta que en el sanatorio, Mario mantenía una relación con una
enfermera, su esposa Lucia se enteró, despechada me llamó y me dijo que pase por su
casa a buscar mis cosas. ¿Qué cosas? Me preguntaba. Cuando llegué a su casa,
llamé y nadie me abrió. Al otro día en el sanatorio Mario me entrega una Noteboock,
me dice que le gustaba una como la mía y que la había comprado en un local del
centro que vendía usadas. Como se dio cuenta que podía ser la mía me la daba.
La tomé, era la mía, pero no le creí, pienso que él habría tomado la llave de
mi guardapolvo en su momento y conociendo nuestros movimientos esperó la
oportunidad y nos robó. No quiero denunciarlo ante las autoridades y
compañeros, él me consiguió este trabajo y me hospedó, pero la amistad quedó
rota totalmente. ¿Pensabas que podría haber sido él? Jamás, es del que menos
hubiera pensado. ¡¡ Flor de garante tienes!! – espetó Matías a la vez que
entraban a reír los dos.
Quién iba a pensar que un médico, un considerado amigo,
podía haber sido el delincuente, la conclusión es que el hábito no hace al
monje, y hay que tener cuidado con los amigos circunstanciales.